Antipsicóticos en niños: mitos, realidades y riesgos de la risperidona

No hay madre, padre o tutor que no se pregunte si dar un antipsicótico a un niño es realmente seguro. Mucha gente opina, Facebook está lleno de historias de familias aterrorizadas… Pero, ¿qué hay detrás del uso de risperidona en niños y adolescentes? Los consultorios se llenan porque la conducta de un hijo está desbordando a toda la familia, o porque el neurólogo insiste en "probar algo más fuerte". Al final, la pregunta sigue siendo la misma: ¿clave terapéutica, o puerta a un riesgo mayor? Aquí es donde una buena revisión de lo que sí se sabe y lo que se cuenta de boca en boca se vuelve fundamental. Y sí, hay diferencias. Muchas.

La eficacia real de la risperidona: ¿funciona o es placebo caro?

Miles de recetas se escriben cada día: niños con autismo, niños con brotes psicóticos, niños que no paran nunca quietos en clase. La risperidona fue el primer antipsicótico aprobado para uso pediátrico en España y otros países. Hay artículos en revistas como 'JAMA Psychiatry' y más que avalan su uso en casos de irritabilidad asociada al TEA (trastorno del espectro autista), agresividad severa y hasta tics. No es la panacea, pero en estudios rigurosos la reducción de síntomas de agresión y autoagresión es consistente: nada menos que un 60% de los participantes mostró mejoría significativa en comparación con placebo en ensayos a doble ciego.

Parece sencillo: funciona. Pero el matiz está en el tipo de síntomas: la risperidona es más eficaz contra conductas disruptivas (rabietas, arrebatos, agresividad) que contra los síntomas "centrales" del autismo o la esquizofrenia infantil. Los beneficios aparecen rápido —en menos de dos semanas ya hay cambios— y con dosis bajas. Eso no implica usarla para todo; solo para cuadros graves y bajo vigilancia médica cercana.

Un punto llamativo: la mayoría de guías internacionales, como la de la AACAP o la de NICE, piden limitar su uso a periodos cortos y en combinación con terapia psicológica. Si ves que en tu entorno la pastilla sustituye a terapia, sospecha: ahí empezamos a distorsionar la evidencia.

Riesgos a largo plazo: lo que sí puede preocupar (y lo que no tanto)

Si le preguntas a cualquier madre que buscó información online, te dirá que lo que más miedo da de la risperidona no es si funciona dos semanas o seis meses. Es lo que pasa después: efectos secundarios que pueden quedarse toda la vida. Y es cierto, la vigilancia es clave aquí. Sabemos que el uso prolongado aumenta el riesgo de aumento de peso (hasta 7 kg en un año en promedio), dislipidemia, diabetes tipo 2 y hasta algunos efectos endocrinos como elevación de prolactina.

Las cifras no son cuentos chinos: estudios de cohorte grande, como los de Dinamarca y Canadá, han visto que tres de cada cinco niños que toman risperidona varios meses tienen sobrepeso al cabo de un año. El impacto endocrino más común es la hiperprolactinemia (que puede producir cambios en la menstruación o hasta secreción mamaria en chicos y chicas)—y aquí los pediatras suelen estar atentos con análisis regulares.

Una nota curiosa: efectos motores como temblores, rigidez muscular o incluso discinesias tardías aparecen, pero menos que con antipsicóticos "antiguos". No es cero, pero tampoco tan frecuente. A largo plazo, el riesgo de deterioro cognitivo no está documentado en niños con dosis controladas. La clave siempre está en la dosis y la supervisión: quien receta la risperidona y se olvida meses, se come los problemas. Un uso responsable implica controles de sangre, peso y talla cada 3-6 meses—eso marca la diferencia.

Entre el mito y la decisión: ¿Los antipsicóticos nunca o a veces sí?

Entre el mito y la decisión: ¿Los antipsicóticos nunca o a veces sí?

Hay un mito fuerte flotando: "Risperidona droga a los niños". Seamos claros: la risperidona es un antipsicótico atípico que sí puede producir sedación, especialmente los primeros días. Pero la palabra "drogar" lleva una carga moral y política que no ayuda. Lo cierto es que usada bien puede mejorar tanto la vida del niño como la de toda la familia. Nadie habla de felicidad artificial; hablamos de controlar impulsos que suponen riesgo y sufrimiento para todos. Esto no transforma a nadie en un "zombi" si la dosis es la adecuada.

Hay historias virales de quienes dejan la risperidona y ven moverse mejor a su hijo, dormir de noche y hasta ganar espontaneidad. Otras veces, dejarlo implica una recaída violenta. Porque claro, cada caso es distinto y lo que suena bien en redes, en consulta puede ser un desastre. El mensaje es simple: no hay pastilla milagro, y lo que funciona para un niño puede ser mortal para otro o viceversa. La individualización es ley.

Un punto oscuro es el uso fuera de indicación: risperidona para TDAH puro, por ejemplo. Aquí sí que hay poca evidencia y mucho riesgo. Los médicos honestos te lo dicen claro: si solo hay hiperactividad, no uses antipsicóticos. Solo si hay agresividad grave y todas las alternativas fallaron. Si tu pediatra dice lo contrario, pregunta y pide referencias. Nadie quiere convertir en crónica una medicación que no lo precisa.

No faltan voces que alertan sobre el tema. Te recomiendo este análisis profundo sobre Risperdal peligroso para entender matices reales y consejos prácticos, sobre todo si eres de los que quiere detalles para tomar decisiones.

¿Qué hago si me lo han recetado? Consejos de quien convive con el tema

Si tienes una receta de risperidona para tu hijo en la mano, el primer paso es informarte. Pide hablar con el psiquiatra sobre por qué la indica, durante cuánto tiempo piensa mantenerla y cómo va a ir controlando la evolución. Pregunta si hay alternativas y si la terapia psicológica va a la par del tratamiento.

Lleva un calendario sencillo. Anota cambio de peso, talla, cambios de humor e incluso cualquier síntoma raro (temblores, movimientos, somnolencia, insomnio). Haz controles básicos de laboratorios cada 3-6 meses: glucemia, colesterol, función hepática y prolactina al menos. Si aparecen efectos molestos, no suspendas nunca de golpe: consulta siempre.

Recuerda que ningún antipsicótico debería reemplazar la psicoterapia ni la educación sobre límites. Y, sobre todo, observa a tu hijo como persona, no como diagnóstico. Disfruta lo que mejora y toma decisiones con la mente clara, no desde el miedo ni desde la presión social. Si sientes que te están vendiendo un cuento, pide una segunda opinión.

No hay manual infalible. Mi gato Lince jamás ha necesitado antipsicóticos, pero si algún día los veterinarios me hablan de un medicamento agresivo, te aseguro que lo pensaría como hago aquí: con datos y con sentido crítico. Tomar decisiones en salud mental requiere sostener la tensión entre miedo y esperanza, entre prudencia y urgencia. Y sobre todo, cuidar con cabeza y con corazón. Todo comienza preguntando; la respuesta no está en el mito, está en la evidencia aplicada a tu caso concreto.

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