Glaucoma: Presión Ocular Elevada y Daño al Nervio Óptico

¿Qué es realmente el glaucoma?

El glaucoma no es solo tener la presión alta en los ojos. Es una enfermedad silenciosa que destruye lentamente el nervio óptico, el cable que lleva las imágenes desde tu ojo hasta tu cerebro. Mucha gente lo confunde con un simple aumento de presión, pero la realidad es más compleja: puedes tener presión normal y aún así perder la vista. Y también puedes tener presión alta y no dañarte. Lo que realmente importa es cómo esa presión afecta el nervio óptico en la parte trasera del ojo.

La presión intraocular (IOP) normal oscila entre 10 y 21 mmHg. Se mide con un dispositivo llamado tonómetro de Goldmann, el estándar de oro en clínicas de todo el mundo. Pero esa cifra no es fija. Sube por la mañana, entre las 6 y las 8, y baja por la noche. En personas con glaucoma, esa presión genera una tensión mecánica en una estructura llamada lámina cribosa, una red de tejido donde pasan las fibras del nervio óptico. Cuando esa tensión es demasiado fuerte, las fibras se rompen, las células ganglionares de la retina mueren, y la visión se pierde, primero en los bordes, luego hacia el centro. Y todo sin dolor, sin síntomas evidentes hasta que es demasiado tarde.

Por qué la presión no lo explica todo

Una de las mayores confusiones sobre el glaucoma es pensar que si tu presión está dentro de los límites normales, estás a salvo. Eso es falso. El glaucoma de tensión normal (NTG) afecta entre el 20% y el 50% de los pacientes en Asia, y hasta un 30% en países occidentales. Estas personas tienen presión ocular por debajo de 21 mmHg, a veces incluso por debajo de 15, y aún así pierden visión. ¿Por qué?

La clave está en la diferencia de presión entre el ojo y el cerebro. El líquido que rodea tu cerebro (el líquido cefalorraquídeo) ejerce una presión hacia adentro, contrarrestando la presión del ojo hacia afuera. En personas con glaucoma, esa presión cerebral es más baja de lo normal -alrededor de 9.7 mmHg en el NTG, frente a 13.7 mmHg en personas sanas. Eso significa que la presión neta que aplasta el nervio óptico es mucho mayor, incluso si la presión del ojo parece baja. Es como si tu ojo estuviera siendo empujado desde dentro, mientras que tu cerebro no lo sostiene lo suficiente desde atrás.

Por eso, algunos pacientes con presión ocular de 25 mmHg nunca desarrollan glaucoma. Su presión cerebral es más alta, y la diferencia neta es manejable. Otros con presión de 14 mmHg sí lo hacen. No se trata solo de la presión del ojo. Se trata de la tensión total que sufre el nervio óptico.

Los tipos de glaucoma que realmente importan

No todos los glaucomas son iguales. El más común es el glaucoma de ángulo abierto (POAG), que representa el 90% de los casos en Estados Unidos. Es lento, silencioso, y progresivo. La drenaje del líquido del ojo se vuelve ineficiente con el tiempo, y la presión sube poco a poco. Muchos no lo saben hasta que pierden visión periférica, como si miraran por un túnel.

El glaucoma de ángulo cerrado es más raro -solo el 10-15% de los casos-, pero mucho más peligroso. Ocurre cuando el iris bloquea repentinamente el drenaje, causando un aumento brutal de presión en horas. Puede provocar dolor intenso, visión borrosa, náuseas y vómitos. Es una emergencia médica. En Asia, este tipo es responsable de la mitad de todos los casos de ceguera por glaucoma.

Y luego está el glaucoma secundario, causado por otras condiciones: traumatismos, inflamaciones, tumores, o el uso prolongado de corticoides. El glaucoma pseudoexfoliativo, por ejemplo, se da cuando partículas pegajosas se acumulan en el sistema de drenaje, obstruyéndolo. Este tipo suele progresar más rápido y es más difícil de controlar.

Comparación de dos ojos: uno sano y otro dañado con canales obstruidos.

Cómo se detecta antes de que sea tarde

La mejor arma contra el glaucoma es la detección temprana. Pero no basta con una revisión rutinaria. Necesitas tres pruebas clave, y deben hacerse con regularidad.

  • Tomografía de coherencia óptica (OCT): Mide el grosor de la capa de fibras nerviosas de la retina. Puede detectar pérdidas tan pequeñas como 5-10 micrones -menos que un cabello humano- antes de que notes cualquier cambio en tu visión.
  • Perimetría de Humphrey: Evalúa tu campo visual. Te pide que pulses un botón cada vez que veas un destello de luz en los bordes de tu visión. Una pérdida de 1 dB (decibel) ya puede indicar daño temprano.
  • Fotografía del fondo de ojo: Muestra el aspecto del nervio óptico. Un nervio con hundimiento profundo, bordes desgastados o cambios en el color es una señal clara de daño.

La Academia Americana de Oftalmología recomienda estas pruebas al menos una vez al año si ya tienes glaucoma. Si tienes factores de riesgo -como más de 40 años, antecedentes familiares, diabetes o miopía alta-, deberías hacértelas cada dos años, incluso si no tienes síntomas.

Tratamientos que funcionan -y los que no

El objetivo es claro: reducir la presión ocular para proteger el nervio óptico. Y funciona. El Early Manifest Glaucoma Trial demostró que reducir la presión en un 50% disminuye el riesgo de progresión a la mitad.

La primera línea de tratamiento son los colirios. Los análogos de la prostaglandina, como la latanoprost, son los más usados. Reducen la presión entre un 25% y un 33% con solo una gota al día. Pero tienen efectos secundarios: los pestañas se vuelven más largas y gruesas, y el tejido alrededor del ojo puede hundirse. Muchos pacientes dejan de usarlos por eso.

Si los colirios no bastan, hay opciones más fuertes. La trabeculoplastia con láser abre los canales de drenaje. Funciona bien al principio: el 75% de los pacientes logran una reducción del 20-30%. Pero su efecto se desgasta: cada año pierde alrededor del 10% de su eficacia.

La cirugía, como la trabeculectomía, es más invasiva pero más duradera. Consigue reducir la presión a niveles seguros en el 85-90% de los casos al primer año. Pero el riesgo de infección y cicatrices es real. Las cirugías mínimamente invasivas (MIGS), como el iStent, son más seguras y tienen menos complicaciones, pero reducen la presión solo un 20-25%. Son ideales para casos leves o moderados.

Persona aplicando gotas mientras fibras nerviosas se regeneran con luz brillante.

La verdad sobre la adherencia y los errores comunes

La mayor causa de pérdida de visión por glaucoma no es el tratamiento malo. Es el tratamiento no tomado. Un estudio mostró que el 50% de los pacientes dejan de usar sus colirios en un año. Al segundo año, solo uno de cada cuatro sigue el régimen.

¿Por qué? Porque los colirios no alivian nada. No duelen los ojos. No hay mareos. No hay síntomas. Así que la gente piensa: "Si no siento nada, ¿para qué lo sigo?". Pero el daño sigue avanzando. Un paciente en Reddit escribió: "Mi presión ha estado en 12-13 mmHg durante cinco años, y aún así mi visión empeora". Eso no significa que el tratamiento no funcione. Significa que el daño ya estaba ahí, y necesita más que solo presión baja: necesita tiempo, constancia, y seguimiento.

Los efectos secundarios también son una barrera. Quemazón, enrojecimiento, sabor amargo en la boca... muchas personas lo asocian con que el medicamento "no es para ellas". Pero lo que muchas no saben es que hay alternativas. Si un colirio te irrita, hay otros. Si no puedes aplicar gotas por artritis, existen dispositivos de dosificación automática. Lo importante no es el medicamento, sino la adherencia.

Lo que viene: neuroprotección y nuevas esperanzas

El futuro del glaucoma no está solo en bajar la presión. Está en proteger el nervio óptico, incluso si la presión no se controla del todo.

Un estudio reciente encontró que el brimonidina, un colirio que tradicionalmente se usa para bajar la presión, también tiene efectos neuroprotectores. En pacientes con glaucoma de tensión normal, redujo la progresión de la enfermedad un 30% más que otros medicamentos, incluso cuando la presión era igual. Eso sugiere que está protegiendo las células nerviosas directamente.

La investigación en neuroprotección avanza rápido. Hay ensayos clínicos con CNTF (factor neurotrófico ciliar), que se implantan en el ojo y han demostrado preservar 2.5 dB más de visión en dos años. Otra molécula prometedora es el oncomodulina, una proteína que en ratones logró regenerar un 40% de las fibras nerviosas dañadas. Aún no está en humanos, pero es la primera vez que se ve una posibilidad real de recuperar lo perdido.

La terapia génica también está en juego. En ensayos de fase 1, inyectar genes que mejoran el drenaje del ojo redujo la presión en un 25% durante seis meses. Y la terapia con células madre, aunque aún experimental, podría algún día reemplazar las células ganglionares perdidas.

¿Qué puedes hacer hoy?

Si tienes más de 40 años, o si alguien en tu familia tiene glaucoma, hazte una evaluación completa. No basta con un chequeo visual en la óptica. Necesitas un oftalmólogo que te haga OCT, perimetría y fotografía del nervio óptico.

Si ya tienes diagnóstico, no dejes los colirios. No importa si no sientes nada. La enfermedad no avanza con dolor. Avanza en silencio. Si te cuesta aplicar las gotas, habla con tu médico. Hay formas más fáciles. Si te preocupan los efectos secundarios, hay otras opciones.

Y si te dicen que tu presión es normal, no te relajes. Pregúntate: ¿me midieron la presión cerebral? ¿me evaluaron el nervio óptico con OCT? ¿mi campo visual está intacto? Porque si la respuesta es no, aún no sabes si estás a salvo.

El glaucoma no es una sentencia. Es un reto. Y con detección temprana, seguimiento constante y tratamiento adecuado, puedes vivir toda tu vida sin perder la vista. Solo necesitas saber qué preguntar, y no dejar que el silencio te engañe.

1 Comentarios

  • Jaime Mercant

    Jaime Mercant

    diciembre 11, 2025 AT 15:43

    Gracias por este post, hermano 😊 Yo tenía miedo de que mi presión de 18 fuera peligrosa, pero ahora entiendo que lo importante es el nervio óptico. Ya pedí la OCT y la perimetría. No me voy a dormir en los laureles!

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