Si alguna vez has sentido que tu cuerpo sube de temperatura sin razón aparente, sabes lo incómodo que es. La fiebre no es una enfermedad, es una respuesta del organismo para luchar contra lo que le está atacando. En la mayoría de los casos es señal de un virus o una infección leve, pero también puede indicar problemas más serios.
Entender qué está pasando te ayuda a actuar con confianza y a evitar visitas innecesarias al médico. Aquí te explicamos de forma sencilla las causas más frecuentes, los síntomas que suelen acompañar la fiebre y los momentos en que realmente deberías buscar ayuda profesional.
La fiebre se dispara cuando el hipotálamo, el termostato del cuerpo, decide elevar la temperatura para crear un ambiente menos favorable a los microbios. Entre los desencadenantes más habituales están:
En bebés y niños pequeños la fiebre suele ser la primera señal de que el cuerpo está combatiendo algo. En adultos, una subida rápida de temperatura a veces alerta de una infección más profunda.
La mayoría de las fiebres desaparecen en pocos días con reposo, hidratación y, si lo deseas, antipiréticos como paracetamol. Sin embargo, hay situaciones en las que es mejor no esperar:
Si tienes dudas, llama a tu centro de salud; ellos pueden orientarte sobre si necesitas una visita presencial o si basta con seguir monitorizando la temperatura.
Mientras esperas, cuida de ti mismo: bebe agua, caldos o infusiones, mantén la ropa ligera y usa compresas tibias si te sientes muy acalorado. Evita los ambientes muy calurosos y descansa lo suficiente.
Recuerda que la fiebre es una herramienta del cuerpo, no siempre un enemigo. Conocer sus causas y saber cuándo es momento de buscar ayuda te permite manejarla de forma segura y sin pánico.