Infecciones bacterianas: qué son, cómo reconocerlas y qué hacer

Una infección bacteriana ocurre cuando bacterias patógenas invaden un tejido y empiezan a multiplicarse. No todas las bacterias son peligrosas; muchas viven en nuestro cuerpo sin causar problemas. Cuando el equilibrio se rompe, aparecen síntomas que pueden variar según la zona afectada.

Los síntomas más frecuentes

Los signos clásicos de una infección bacteriana incluyen fiebre, dolor localizado, enrojecimiento e inflamación. Por ejemplo, una otitis suele dar dolor de oído y secreción; una faringitis bacteriana provoca dolor al tragar y manchas blancas en la garganta. En infecciones de piel, la zona se vuelve roja, caliente y a veces forma pus.

Si notas cansancio extremo, escalofríos o pérdida de apetito sin una causa clara, es buena idea consultar. Algunas bacterias, como la Streptococcus pneumoniae, pueden producir neumonía con tos productiva y dificultad para respirar.

Diagnóstico y tratamiento

El médico suele basarse en la historia clínica y el examen físico, pero para confirmar suele pedir análisis de sangre, cultivo de exudados o pruebas rápidas. El cultivo permite identificar la bacteria y su sensibilidad a los antibióticos, evitando tratamientos inadecuados.

El tratamiento estándar son los antibióticos, pero no todos actúan igual. Penicilina, amoxicilina o cefalosporinas son comunes para infecciones leves a moderadas. En casos de resistencia, se recurre a macrólidos o fluoroquinolonas. Es crucial terminar el ciclo completo aunque los síntomas mejoren; de lo contrario, la bacteria puede sobrevivir y volver más fuerte.

Además del medicamento, el reposo, la hidratación y una buena nutrición favorecen la recuperación. En infecciones de piel, limpiar la zona con agua y jabón y aplicar apósitos estériles ayuda a prevenir complicaciones.

Prevención práctica

La mejor forma de evitar infecciones bacterianas es mantener una higiene adecuada: lavarse las manos con agua y jabón, especialmente antes de comer y después de usar el baño. Desinfectar superficies en la cocina y el baño reduce la transmisión de bacterias como Staphylococcus aureus.

Vacunarse contra enfermedades como la gripe, el neumococo o la hepatitis B protege contra bacterias que pueden aparecer después de un virus. En entornos de alto riesgo (hospitales, cuidadores) el uso de guantes y mascarillas disminuye la exposición.

Si tienes una herida, límpiala inmediatamente y cúbrela. Las pequeñas cortaduras pueden convertirse en infecciones graves si se dejan sin atención.

En resumen, reconocer los síntomas tempranos, acudir al profesional para un diagnóstico preciso y seguir el tratamiento recomendado son pasos clave. Con hábitos de higiene y vacunación, puedes reducir mucho el riesgo de contraer infecciones bacterianas.