Si sientes molestias al orinar, frecuente necesidad de ir al baño o sensación de vaciado incompleto, puede que estés frente a una hiperplasia prostática benigna (BPH). No es algo raro y, lo mejor, hay varios caminos para aliviar los síntomas. Aquí te explico, sin complicaciones, qué tratamientos están al día y cómo decidir cuál te conviene.
Los doctores suelen recetar dos tipos de fármacos antes de pensar en cirugía. Los bloqueadores alfa, como la tamsulosina, relajan el músculo de la próstata y la vejiga, facilitando el flujo de orina. Su efecto se nota en pocos días y los efectos secundarios suelen ser leves (mareos o visión borrosa). Otro grupo son los inhibidores de 5‑alfa‑reductasa, entre ellos finasterida y dutasterida. Estos reducen el tamaño de la glándula con el tiempo, pero pueden tardar varios meses en mostrar resultados y a veces provocan disminución de la libido.
En algunos casos se combina ambos tipos para atacar el problema desde dos ángulos: alivio rápido y disminución del tamaño a largo plazo. Tu médico evaluará la próstata, el PSA y tus síntomas para decidir la dosis adecuada.
Si prefieres evitar pastillas o si los medicamentos no funcionan, existen alternativas naturales y mínimamente invasivas. Los suplementos de zinc, saw palmetto y extracto de semilla de calabaza aparecen frecuentemente en blogs, pero la evidencia es limitada. Lo que sí ayuda mucho es cuidar la dieta: reducir el consumo de café, alcohol y alimentos muy salados puede mejorar la frecuencia urinaria.
Cuando los síntomas son fuertes y afectar la calidad de vida, la cirugía entra en juego. La resección transuretral de la próstata (RTU) sigue siendo la referencia, pero ahora hay técnicas menos invasivas como la vaporización láser (GreenLight) o la enucleación con láser morfología. Estas aumentan la presión de salida y, en la mayoría de los casos, permiten volver a casa el mismo día.
Otra opción emergente es la terapia de microondas transuretral (TUMT) o la ablación por radiofrecuencia. No requieren anestesia general y la recuperación es rápida, aunque pueden necesitar repetición si la próstata vuelve a crecer.
En cualquier caso, el seguimiento es clave. Un control anual con ecografía y PSA ayuda a detectar cambios y ajustar el plan. Si notas sangrado inusual, dolor persistente o fiebre después de iniciar cualquier tratamiento, avisa a tu médico de inmediato.
En resumen, el tratamiento BPH ya no es una única vía. Desde pastillas simples hasta técnicas láser de última generación, hay una solución para cada nivel de molestia y preferencia personal. Lo más importante es hablar con tu urólogo, compartir tus dudas y decidir juntos el camino que mejor se adapta a ti.